La vida está llena de sorpresas, y no siempre agradables.
Dos acontecimientos recientes que he conocido en apenas horas me han vuelto a poner de frente a la falsedad en las relaciones. ¿Cuántas veces has sentido la desilusión de descubrir la verdad? Esta mañana he sentido una gran incomodidad ante unos hechos que me confió una amiga. Ella se siente defraudada, y nosotras, sus amigas, también. Conocer y descubrir una gran mentira es una experiencia que nunca deseamos volver a vivir, y a veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra desilusión.
Nosotras ya hemos pasado por algo así, y hoy se ha repetido con otra persona a la que tengo cariño.
Hablábamos y hablábamos de la sinceridad, o de su ausencia. Pero la sinceridad, como los demás valores, no es algo que debemos esperar de los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza...porque una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente... hasta que nos sorprenden, y ya no hay manera de deshacer el daño. El engaño es letal para las relaciones y no es fácil perdonar.
La verdad duele una vez, de un golpe seco, pero las mentiras producen dolor a lo largo del tiempo, y son muy difíciles de soportar.
Después de un rato de conversación, y de ver a alguien con el alma desgarrada, una víctima de la mentira, hemos llegado a una sencilla conclusión: lo que más preocupa no es que hayas mentido una vez, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer más en ti. Y eso es lo peor que te puede pasar con una persona a la que estimas y quieres. Lo cierto es que somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos porque depositamos en ellos una confianza ciega.
Los argumentos son los de siempre. No hay nada original… tampoco hace falta porque el mejor mentiroso no es el que inventó el argumento sino el que mejor lo utiliza.
La otra cara, por fortuna, es la de la amistad, la que reconforta de estas penas, la que te sostiene cuando la verdad te golpea.
Un cálido abrazo...A la espera de tiempos mejores.
Dos acontecimientos recientes que he conocido en apenas horas me han vuelto a poner de frente a la falsedad en las relaciones. ¿Cuántas veces has sentido la desilusión de descubrir la verdad? Esta mañana he sentido una gran incomodidad ante unos hechos que me confió una amiga. Ella se siente defraudada, y nosotras, sus amigas, también. Conocer y descubrir una gran mentira es una experiencia que nunca deseamos volver a vivir, y a veces, nos impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra desilusión.
Nosotras ya hemos pasado por algo así, y hoy se ha repetido con otra persona a la que tengo cariño.
Hablábamos y hablábamos de la sinceridad, o de su ausencia. Pero la sinceridad, como los demás valores, no es algo que debemos esperar de los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser dignos de confianza...porque una pequeña mentira, llevará a otra más grande y así sucesivamente... hasta que nos sorprenden, y ya no hay manera de deshacer el daño. El engaño es letal para las relaciones y no es fácil perdonar.
La verdad duele una vez, de un golpe seco, pero las mentiras producen dolor a lo largo del tiempo, y son muy difíciles de soportar.
Después de un rato de conversación, y de ver a alguien con el alma desgarrada, una víctima de la mentira, hemos llegado a una sencilla conclusión: lo que más preocupa no es que hayas mentido una vez, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creer más en ti. Y eso es lo peor que te puede pasar con una persona a la que estimas y quieres. Lo cierto es que somos fácilmente engañados por aquellos a quienes amamos porque depositamos en ellos una confianza ciega.
Los argumentos son los de siempre. No hay nada original… tampoco hace falta porque el mejor mentiroso no es el que inventó el argumento sino el que mejor lo utiliza.
La otra cara, por fortuna, es la de la amistad, la que reconforta de estas penas, la que te sostiene cuando la verdad te golpea.
Un cálido abrazo...A la espera de tiempos mejores.
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