Y llegó el Otoño. Por más resistencia que puse, ya no pude ayer el evitar sacar la ropa de otoño-invierno y guardar todos esos vestidos, faldas y poleras livianas de la época que más me gusta del año: el verano.
Hace dos días, que la chimenea está encendida por las noches, y aunque ha salido el sol alguna tarde, sólo es un pálido reflejo que no alcanza a abrigar lo suficiente.
Por lo tanto, a cambiar el chip y darle bienvenida a esta época que invita a refugiarse en los hogares, a salir abrigada con las bufandas y abrigos que me gustan tanto. A caminar por la playa, con ese aire nostálgico que da la inmensidad del mar, la arena solitaria y las gaviotas que pasan por la orilla.
Al café aromático y humeante. A los chocolates (nunca están de más.. jeje) y a las conversaciones cómplices.
Colores ocres, anaranjados, verdes. Pero también esos vivos que me encantan: morados, rosados, azules y el blanco!.
Comenzó el otoño aquí cerca del mar...