lunes, 27 de septiembre de 2010

Domingo






Ayer amaneció con sol y las ganas de disfrutar el día. La playa fue el escenario ideal, para que los niños corrieran, disfrutaran, elevaran volantines y terminaran finalmente, era que no, mojándose, pies y algo más.
Tumbada en la arena, mientras el calorcito llegaba a los hombros, a la cara y a todo el cuerpo me vino un sueño terrible, que finalmente me venció por algunos minutos, levanté la vista un poco sobresaltada, pero ahì estaban los tres sanos y salvos. Da una tranquilidad tener ya los niños más grandes y que sepan gritar y acusarse para casos fortuitos como este en que una queda inconsciente en la playa. Nunca me había pasado.
Despues con un ojo cerrado y el otro abierto, me quedé estirada disfrutando del sol, del día, de la compañía del hombre de ojos claros. Gozamos con la maestría de un hombre que dominaba su volantín, haciendo piruetas en el aire.
Caminamos, comimos helados y despedimos la amplia avda del mar con el día maravilloso de primavera.
Cuando llegué a mi casa, y al mirarme al espejo, me reí. Parecía un mapache. Me había bronceado la cara, pero las gafas de sol mostraban la parte blanca del contorno de mis ojos.
Nada. Todo por una tarde relajada y feliz con quienes uno quiere. Hoy limpiaré el auto, que tiene rastros de arena, papeles y volantines.

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