miércoles, 15 de diciembre de 2010

De tijeras y flechas







Dicen que los peluqueros vienen a ser el tercer oído de las mujeres, los sicólogos, consejeros y levanta ánimos de este género que tiene que hablar para poder desahogarse. Además los encargados de dejarnos bellas y con la moral en alto.
Cuantas veces estando en una peluquería una termina enterándose del drama vecino de quién en voz alta comparte sin pudor sus problemas y salen opiniones no sólo del mago de las tijeras, sino también del resto de mujeres que están más o menos cerca...
Bueno, ocurre que a veces también son ellos y ellas ( peluqueras), que terminan desahogándose con una.
Y volvemos a este género femenino que tropieza con la misma piedra una y otra vez a sabiendas que el susodicho especímen le puede hacer mal. Asi relataba una peluquera cómo harta de las infidelidades de "su peor es nada", decidió encararlo y decirle todo lo que pensaba de él, de los años perdidos, de la traición, etc etc.
En un minuto en que él estaba profundamente callado, se hace una pausa y él por fin tomando la palabra, le dice: perdona, pero... te puedo hacer una pregunta?, quizas no viene mucho al caso de lo que estamos hablando, pero tengo que decirtelo.
ella, expectante y creyendo que algo de su oratoria podría haber hecho efecto, asiente... y él, le dice sin inmutarse un ápice, - estaba pensando, entonces, ¿quien me va a cortar el pelo ahora?

-Queeeeeé?????

Inaudito, pero cierto. Asì es el racionamiento masculino en algunos casos. Su mayor preocupación consistía en el beneficio que dejaba de percibir desde ese instante. Práctico e insensible. Por eso me reí con el gráfico del cerebro masculino que alguna vez llegó a mis ojos por esas cadenas de emails...
Asì también la peluquera deja compartir un espacio que a veces se reserva para quién atorada llega buscando levantar el ánimo. Un poco sicoanalistas, cumplimos también ese rol las amigas. No importan las distancias, aquí en La Serena, en Buenos Aires o Madrid... se dejan los abrazos abiertos para cobijar el corazón herido de un Cupido que erró en flechar.

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