martes, 2 de noviembre de 2010

Las flores y el consuelo

Será que me estoy haciendo mayor ...

Afortunadamente, cada vez tengo menos prejuicios...Hasta fechas recientes bastaba ver la firma de un escritor que me caía antipático para no leer ni una sóla línea de su artículo. La soberbia de la juventud. He aprendido a escuchar al diferente, a leerle y he descubierto todo lo que me perdía.


Esta mañana leyendo la prensa me ha ocurrido con una tertuliana catalana que me cae...bastante mal..pero que ha escrito una columna preciosa sobre estos días festivos que acabamos de celebrar. El día de Todos los Santos y el día de Difuntos, que es hoy. Títula su columna `En recuerdo de ellos´.

Escribe unas bellas líneas sobre el pasado, sobre sus antepasados, y reflexiona: "las miles de esta vida acelerada, tecnificada y henchida de soberbia, comportan las hieles de una vida mucho más intrascendente, tan llena de todo, y a veces tan llena de nada".

Hay que saber para y contemplar el pasisaje. Y saber qué sentido tiene hacer el viaje.

Mi paisaje. Los colores de mi pueblo en otoño son espectaculares. Lástima que la lluvía- que no cesó en todo el fin de semana -no me haya permitido hacer fotos porque las panórámicas de tonos ocres eran bellísimas.

Días para honrar a los difuntos, para arreglar sus tumbas y llenarlas de flores. Recordar a nuestros muertos otorga un plus a nuestra propia vida, por doloroso que sea acercarse.


Mi vecina Gregoria, una mujer ruda, de campo, acostumbrada a pasarlo regular, bien y mal en la vida, y a soportar muchas visicitudes, a no llorar, se me acercó ayer y sólo me dijo `Marisol, si él pudiera ver lo bonito que tenéis esto´. No me dijo nada más. Pensé que esas palabras demuestran que le conocía muy bien. Fueron muchos años de convivencia y relación, eran compadres. Mi padre era el padrino de su hija menor.

Es cierto. Estaría feliz, satisfecho y tranquilo. Descansa en un valle precioso, rodeado de viñas rojizas, de pinares y verdes prados.

Cierro los ojos y puedo verle pasear por ese mismo lugar todas las tardes. Con su chaquetón amarillo, su gorra de pana, la bufanda de cuadros y sus chirucas. Va acompañado de su perra Luna. Silba cuando pasa por debajo de la casa de mi hermano, saluda, y se va tarareando en bajito o silbando. Con la cara curtida por el aire y sus ojos azules...tan llenos de vida.

Si hoy cierro los míos, lo veo sentado en el castaño observando la vida, observando nuestra vida sin él, y cuando miro todas esas flores entiendo el sentido de mi propio viaje. El viaje del consuelo.

Besos

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