viernes, 7 de enero de 2011

La noche más mágica


























Desde que nació mi hijo, todos los años, cuando me meto en la cama, el día 5, caigo rendida, exhausta después de una tarde de Cabalgata, - y de preparar los abituallamientos para los Reyes-, pienso que es la noche más mágica...cuánta inocencia...
Merece la pena construir sus recuerdos...porque, como me advierten mamás de niños más mayores, esta experiencia dura pocos años y pasa deprisa.

Qué alegría saber que mi hijo no intuya ni de lejos que las cosas no son tan fáciles ni tan bonitas.

Que no sospeche ni por asomo lo complicado que es el mundo; que piense que los camellos se quedan bebiendo agua mientras los reyes pentran en nuestras casas con sus llaves mágicas, que se comen las galletas y echan un vistazo a sus deberes del cole para ver cuántos regalos se merece.

Por desgracia, la ilusión no es universal y crecer es un camino contrarreloj en pérdida de inocencia. No hay vuelta atrás.

Crecer es comenzar a dudar y aprender a disimular.

Creo que lo segundo se me da bastante bien, a tenor de las caritas de Carlos y su felicidad ayer.

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