jueves, 17 de marzo de 2011

Amenaza latente



Hoy puedo sentarme a escribir. Tras varios días de reporteo por la alerta de tsunami y los daños ocasionados con las marejadas en nuestra zona, no he abierto el computador.
Pero no puedo dejar de pensar en el pueblo de Japón. Chile también es un país sísmico. Nacimos y crecimos acostumbrándonos a cada tiempo estar con un temblor moviéndonos el piso. Desde pequeña me acostumbré a no temerle y ver como algo natural, que el piso moviera sillas, el techo oscilara y algunas cosas se cayeran. Soy de las personas, que cuando tiembla por la noche, no me molesto ni en levantarme... dejo sencillamente que la cama se mueva como una cuna hasta que pase el temblor y así poder seguir durmiendo. Claro que en este tipo de cosas soy demasiado tranquila. Tengo conocidos que al menor signo, escapan para cualquier lado y alguna vez me tocó una amiga que gritara de terror a mi lado. Otra la cacheteó como en la película ¿dónde está el piloto? y funcionó. Se quedó quieta. (claro que teníamos 10 años y estábamos en el colegio).
Pero la experiencia del 27F del 2010 lo cambió todo. Un terremoto 8.8 en la escala de Richter no es algo menor. Y el Tsunami en el sur a las pocas horas tampoco. Desde ese día, Chile se empezó a preparar aún más ante estos eventos y aprender de los errores.
Con el terremoto de Japón el viernes, todo Chile se puso a prueba esperando los alcances de un posible y anunciado tsunami. Doce horas de preparación, evacuación de la gente del borde costero, carabineros, bomberos, policía de investigaciones, gobernación marítima, albergues en colegios. Suspensión de clases.
Movilizar miles de personas en todo el territorio no fue una tarea fácil. Pero la población respondió y cooperó. Nosotros? trabajamos 24 horas desde la madrugada del viernes hasta el otro día. Tuvimos que estar ahí para poder transmitir al resto del país que pasaba en cada región. Recorrimos albergues, vimos como entregaban frazadas, como gente se quedó en la calle en los cerros más altos, compartiendo café con los vecinos. Bajamos hasta la avda del mar y contemplamos calles vacías y departamentos a oscuras, iluminados por las balizas de carabineros y patrullas que custodiaban el sector. Despachábamos en cuanto podíamos. Y el resto de los días.. a ver los daños ocasionados. Ninguno se puede comparar con el desastre vivido por Japón... las imágenes que nos llegan del otro continente son suficientes y contundentes. Pero la preocupación máxima es esta amenaza fantasma, esta radiación que es imposible palpar, medir, oler o ver. Una nube silenciosa que avanza y que nos hace recordar que el hombre no es Dios.
Ni 50 años de tecnología japonesa de punta, ni los mejores expertos, ni todas las precauciones tomadas en un país desarrollado pudieron detener , ni preveer un terremoto de tal magnitud y c+omo afectaría a las centrales nucleares de ese país. Ahora son 50 hombres que en un acto kamikase tratan de salvar al mundo de una hecatombe nuclear.
Así puesto el escenario mundial, sólo me pregunto, cómo nuestro país, sísmico, volcánico y con amenazas de tsunamis previstas pueda siquiera pensar en la posibilidad de instalar una planta nuclear. El debate está abierto, y la gente tiene que ser capaz de dar sus argumentos. Es cierto, necesitamos encontrar una fuente que nos abastezca de energía, pero cuál es la idónea? no podemos hipotecar el futuro de nadie, las decisiones que se tomen ahora, tendrán sus consecuencias no mañana, sino en un muy largo plazo.

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